Los clásicos de Lexus

Algunos modelos de Lexus que definieron lo que son hoy.
Íconos que contribuyeron a forjar la historia de Lexus.

Lexus LS400: redefiniendo un segmento
Corría el año de 1983 cuando en las oficinas centrales de Toyota, el entonces presidente Eiji Toyoda lanzó un reto a su equipo de desarrollo: “debemos construir el mejor auto del mundo”. El proyecto tendría como destino competir contra lo mejor de los exponentes europeos, alemanes principalmente, y también americanos.
El reto, que evolucionaría hasta convertirse en el proyecto “Círculo F”, en el que la F se refiere a flagship o “buque insignia” comenzó a gestarse en 1984. El auto en cuestión sería un sedán ejecutivo en el que la tecnología, el lujo y la innovación serían punta de lanza a nivel mundial.
En ese momento, el proyecto que era mantenido celosamente en secreto, tenía objetivos por demás ambiciosos. El auto debía alcanzar una máxima de 250 km/h de velocidad punta (el Toyota más veloz de esa época era el Supra, que alcanzaba 175 km/h), mientras que, en el otro lado del espectro, ser capaz de lograr un consumo promedio de 9.5 km/l, una cifra por demás atrevida para el estándar de la época. Su diseño debía ser lo suficientemente inteligente para lograr un coeficiente aerodinámico de apenas 0.29 Cx, y tan silencioso que no superara los 58 dB de ruido en el habitáculo al circular a 100 km/h.
Estas cifras lo pondrían muy por encima de cualquier exponente alemán y para lograr una entidad acorde al mercado de lujo que se pretendía replantear, fue que se decidió que el nuevo sedán arribara bajo una nueva marca: Lexus.
El proyecto que inició en 1984 y que vio la luz pública por primera vez en el marco del Autoshow de Detroit de 1989 fue resultado de cifras impresionantes, que sorprenden incluso hoy en día. En “Círculo F” formaron parte 60 diseñadores, 1,400 ingenieros divididos en 24 equipos, más de 2,300 técnicos y también 200 trabajadores adicionales.
El resultado fue un sedán con una cantidad de innovaciones impresionante. El corazón que le daba vida era un V8 de 4.0 litros construido con bloques y cabezas enteramente en aluminio. Se redujeron a la mitad todo tipo de tolerancias en las partes móviles interiores, se incluyó un sistema de cuatro válvulas por cilindro e incluso se innovó en monturas hidráulicas para el motor, para reducir todo tipo de transferencias de vibraciones hacia el habitáculo. Para llegar a este resultado, se desarrollaron 973 prototipos de bloque antes de llegar al resultado de producción. El motor UZ-1FE funcionaba tan suavemente que durante el comercial de lanzamiento se puso a un auto en un dinamómetro rodando a 240 km/h con una pirámide de copas de champaña encima del cofre, sin que se cayera ni una sola.
La innovación no quedó ahí. La nueva transmisión automática de cuatro velocidades, de convertidor de par, integraba su propio módulo de control electrónico para sincronizar de manera perfecta con el motor para asegurar transiciones suaves e incluso se inclinó ligeramente el bloque hacia el centro del auto para que tanto el bloque, la transmisión y el diferencial estuvieran perfectamente alineados y así reducir al mínimo el riesgo de vibraciones adicionales.
El chasis fue desarrollado con procedimientos que más adelante serían el estándar de la industria, desde su construcción en acero de alta resistencia e inoxidable como también al integrar por primera vez en la industria automotriz la soldadura por láser, lo que mejoró la precisión del ensamble, aseguró la mayor rigidez estructural posible e incluso para filtrar ruidos del exterior al interior.
El sistema de suspensión integraba por primera vez componentes hidráulicos que le permitían variar la altura de la suspensión de acuerdo con la velocidad a la que se circulaba o hacerlo de manera intencional mediante controles al interior.
Pero eso no era todo. El interior ofrecía un nivel de sofisticación y lujo muy al estilo japonés. El concepto takumi vio sus primeras entregas en este auto. Los diseñadores e ingenieros de interiores tomaron dos años en decidir los materiales finales e incluso se desarrolló la primera colaboración con Yamaha para elegir las maderas y elegir los acabados que se montarían en el interior, gracias a su experiencia en la fabricación de pianos.
Para asegurar la máxima calidad en todas las unidades, Lexus agregó 300 puntos de inspección adicionales a lo visto en la industria en la línea de ensamble del LS400, lo que contribuyó para que la planta de Tahara, Japón, fuera reconocida como la planta más avanzada y libre de fallos del mundo.
El LS400 no solamente es el origen de Lexus como marca, pues también se convirtió en uno de los autos más avanzados para la época, el nuevo estándar de lujo en Estados Unidos, el mercado para el que fue creado principalmente; y el estandarte máximo de la calidad de los maestros takumi y la hospitalidad que hoy diferencían a Lexus a nivel mundial.
LEXUS LFA: el auto que marcó a una generación
La entrada de un nuevo milenio coincidió con una de las eras más interesantes en la historia reciente para la industria automotriz. El avance tecnológico cada día más acelerado permitió acceder a nuevas maneras de concebir la movilidad y también empujar los límites de lo que estaba establecido.
El Lexus LFA nació de la idea de que el mundo conociera los alcances y capacidades de Lexus como marca que conecta con sus invitados al más profundo nivel. El proyecto para dar forma a este super deportivo comenzó en febrero del año 2000, pero era tan ambicioso que su desarrollo tomó casi una década.
Después de prototipos que consideraban mecánicas híbridas, estudios en diferentes tipos de carrocerías y lo que después se conocería como el paquete “Nürburgring”, que radicalizaba aún más su desempeño en pista, fue el 21 de octubre de 2009 cuando el LFA se dio a conocer al mundo en el marco del Autoshow de Tokio.
La producción estuvo limitada a sólo 500 unidades a nivel mundial, 50 de ellas con el paquete “Nürburgring”, y se prospectaba para ser el Lexus más radical de la historia, al menos hasta ese momento. De esta manera, el LFA ofrecía una cantidad de desarrollos y decisiones de ingeniería que lo posicionarían como uno de los super autos más icónicos de la era reciente.
Gran parte de la magia que rodea al LFA proviene de su motor, un V10 de 4.8 litros aspirado naturalmente que podía llegar hasta las 9,500 rpm y generar 553 hp para la versión “normal”. Si bien al principio del desarrollo se consideró un bloque de ocho cilindros, el equipo de ingenieros se decidió por este V10 debido a su capacidad para girar a altas revoluciones, ofreciendo un comportamiento mucho más lineal en la respuesta y también porque no generaba tantas inercias adicionales como si pasaría con un bloque V12.
El motor fue desarrollado a un punto tal que resultó incluso más ligero que el V6 de 3.5 litros que montaban otros modelos de corte más familiar o ejecutivo gracias a la implementación de materiales como el titanio, el magnesio y el aluminio. Podía pasar del ralentí a 9,000 rpm en tan sólo 0.6 segundos, lo que sin duda se convirtió en una de sus características principales, aceleraba de 0-100 km/h en 3.7 segundos y hasta 325 km/h. También gracias a su lubricación por carter seco podía soportar fuerzas laterales de hasta 2G al circular en pista sin perder rendimiento.
Con tal desempeño del motor, y por esa facilidad de aceleración, fue que Lexus decidió implementar un cuadro de instrumentos totalmente digital, pues los componentes analógicos de la época no alcanzaban a ser tan rápidos para reflejar el incremento de las revoluciones del motor en tiempo real.
Por otro lado, la arquitectura transeje, con el motor en la parte delantera y la transmisión secuencial de seis velocidades ( como también la tracción) en la parte trasera, aseguraban que el balance de pesos fuera cercano al ideal, con una proporción de 48% del peso adelante y el restante 52% en la parte trasera. Tanto la transmisión como el tanque de gasolina estaban posicionados por enfrente del eje posterior, para procurar un comportamiento lo más neutral al ir al límite.
Sin duda alguna, la característica que ha perdurado a través de generaciones fue el impresionante sonido del LFA cuando se aceleraba a fondo. Para lograr esto, Lexus encontró a un aliado clave en la división musical de Yamaha (con trabajos previos en el desarrollo del LC) y su conocimiento sobre acústica para poner a punto este componente que resultó ser la joya de la corona. Se integraron componentes resonantes a lo largo de todo el sistema de escape y también alrededor del habitáculo para que ese sonido agudo y embriagante rodeara a los ocupantes de una manera única. Desde la avanzada integración de la fibra de carbono en prácticamente toda la carrocería hasta el trabajo y puesta a punto en Nürburging y la integración de sistemas avanzados como sensores infrarojos que analizaban la temperatura corporal de los ocupantes para realizar los ajustes pertinentes en el sistema de aire acondicionado, el LFA ha pasado a ser uno de los Lexus más queridos por todos los amantes de los autos y un ícono del alto desempeño japonés en la historia del automóvil.
A lo largo de su historia, Lexus ha mantenido su enfoque en la innovación constante, en construir una conexión con el invitado a través de un profundo entendimiento de sus gustos y necesidades y desarrollar productos que balanceen entre ofrecer las mejores prestaciones dinámicas, el cuidado al medio ambiente y con la tecnología adecuada a las situaciones de cada mercado.
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